25 de mayo de 2007

Cita a Ciegas

El sonido del timbre la pilló desprevenida. A fin de cuentas no era su departamento y su mente estaba divagando. Caminó hacia la puerta y abrió. Lo vio parado en el umbral. Por primera vez estaban cara a cara. El sonrió, cerrando la puerta tras de sí.

Aunque todavía eran dos desconocidos, no hubo palabras. Se abrazaron. El la giró y corrió su pelo para besarla en el cuello. Justo ahí, al inicio de su espalda. Sintió cómo su cuerpo se contrajo. Siguió besándola, mientras buscaba sus pechos para acariciarlos.

Ella se dio vuelta y extendió los brazos, entregándose a lo que venía. El la tomó por la caderas y la atrajo hacia su cuerpo. Fue el detonante. Ella se arrodilló y lentamente le bajó el cierre del pantalón. Metió sus manos en la entrepierna, explorando suavemente aquella zona tibia hasta encontrar el miembro duro de su compañero.

Ahí estaba aquella verga que tanto había imaginado frente a la pantalla. La cubrió con su mano, llevándosela a la boca. La engulló toda, completa, para poder chuparla a su antojo. Sintió como ésta entraba y salía una y otra vez. La besó, pasó su lengua por el glande húmedo, recorriéndolo todo. En ese momento era sólo suyo. Todo.

El movía el pene en círculos dentro de su boca. Jadeaba. La explosión venía pronto y ella quería sentir la descarga tibia. Era su cumpleaños y se merecía ese regalo. Comenzó a masajear los testículos con la palma de su mano, apretándolos ligeramente. Latían, mientras comenzaban los primeros espasmos. Succionó con fuerza, una y otra vez.

“Echalo en mi boca”, alcanzó a susurrar. Segundos después, un chorro de semen inundaba su garganta. “Dámelo…todo”, repitió, sin dejar de chupar aquella verga húmeda y caliente.

“Ahora es mi turno”, dijo él sonriendo. La tendió de espaldas sobre la alfombra y le quitó los pantalones, descubriendo su vagina húmeda. Comenzó a besar, presionando cada centímetro de aquella carne rosada. Buscó el clítoris con la lengua, lo masajeó una y otra vez, mientras introducía sus dedos en ella. Siguió penetrándola, primero con suavidad; luego más rápido. Sus gemidos iban en aumento, comenzó a retorcerse.

Paseó su lengua por toda esa vulva con que tanto había soñado, sintiendo el sabor salado de sus jugos. Su verga se había endurecido nuevamente. Quería penetrarla ahora, pero se contuvo. Humedeció uno de sus dedos y lo dirigió al ano de su amante. Lo hundió suavemente y luego metió otro dedo en la vagina. Comenzó a mover ambos dedos rítmicamente, en una doble embestida. Ella se retorcía de placer.

Volvió a usar la lengua. Pero esta vez el objetivo fueron sus pechos, de porte generoso y pezones duros. Jugueteó con ellos, mordisqueándolos, engulléndolos, chupándolos con fuerza. Luego dirigió su verga entre ambos pechos y comenzó a frotar con furia. Ella sacó su lengua para acariciar el glande en cada embestida. Era una cabalgata magnífica, con ambos cuerpos vibrando al son de sus quejidos placenteros.

“¡Necesito metértelo ahora!”, dijo él de súbito, como tantas veces le había escrito. Pero ahora estaba ahí, con ella. La tomó por la cintura y la dio vuelta, llevándola hacia sí. Pasó su mano por la vagina húmeda, frotándola varias veces. Era una ofrenda maravillosa. Después se apoyó en sus caderas y la penetró profundamente. Una y otra vez. Cada vez más adentro.

Su miembro estaba a punto de explotar. Se detuvo. Ella se incorporó y lo tumbó de espaldas. Agarró la verga y comenzó a chuparla, mientras le ofrecía su coño para un perfecto 69. El comenzó a lamerla, moviendo su lengua con rapidez. Desesperado por saborearla nuevamente, por sentir sus contracciones y gemidos placenteros.

Ella quería sentirlo nuevamente dentro de sí. Sentándose a horcajadas sobre él, comenzó a moverse con suavidad, luego cada vez más rápido. Una y otra vez, más y más rápido hasta que sintió una cadena de temblores. Uno tras otro llegaron los orgasmos, haciendo que su cuerpo, finalmente, cayera lánguido sobre el cuerpo de su amante. La miró y comenzó a masturbarse, tal y como a ella le gustaba verlo. Una nueva explosión lo estremeció, inundando generosamente los pechos de Mariela.